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Dios de Todos los dioses

Por el Rabino Oury Cherki


La creencia en el "IJUD" (Unidad - monoteísmo Judío) - que entiende a Dios como algo único y especial, con nada más que se pueda comparar con Él - plantea muchas dificultades derivadas del significado literal de las Escrituras, y llegando a posiciones complicadas cuando tratamos de entender los versículos en la Biblia.

El lenguaje directo de la Biblia implicaría que hay una serie de deidades, donde Dios está directamente relacionado con los Hijos de Israel y Él exige que le sirvan solo a Él, mientras que respecto a otras naciones se podría esperar una actitud tolerante, cuando adoran a sus propias deidades.

Existen diferentes formas de analizar el fenómeno: una es la posición de la crítica bíblica, que considera que la creencia en el "IJUD" es el fruto del desarrollo gradual de la creencia del pueblo de Israel, desde la creencia en multiplicidad de dioses hasta que un ídolo (un dios de entre tantos) adquirió un estatus especial por sobre otros, en forma de un dios nacional local, y que solo en un estadío posterior se volvió un Dios único, para todo el mundo. 

Esta posición no cumple con las más básicas críticas. Según esta posición, tendríamos que revertir el hilo del relato histórico bíblico por completo, ya que deberíamos relacionar con un tiempo tardío todos los capítulos que hablan de Dios como Creador del cielo y la tierra. Como explica claramente el investigador (orientalista estadounidense) William Albright en su libro: De la Edad de Piedra a la cristiandad: Monoteísmo y proceso histórico que la transición desde la conciencia politeísta a la monoteísta es un drástico salto en la comprensión, más que producto de un proceso evolutivo.

La arqueología también proporciona evidencias indirectas de la primacía de la concepción abstracta de Dios, precisamente por la escasez de hallazgos del período antiguo en la tierra de Israel, en relación con la abundancia de hallazgos en los países circundantes. Casi que no hay inscripciones monumentales, lápidas o estatuas que se hayan encontrado en Israel. Lo cual es una clara indicación sobre la penetrante influencia del mandamiento bíblico contra las estatuas y las imágenes entre los antiguos hebreos. Esta afirmación está fuertemente respaldada por las evidentes características monoteístas de los descubrimientos en el famoso sitio del altar del Monte Eival, que es muy antiguo.

Se podría decir que todas las referencias a dioses extranjeros en la Biblia se han escrito desde el punto de vista de las otras naciones mismas, las cuales adoraban estos dioses, pero que, de hecho, no hay nada de real en ellas. Entonces diríamos que toda adoración existente a algún ídolo es el resultado de un error lógico por parte de los seres humanos, tanto de quienes atribuyeron poder divino a lo que no tiene, como de quienes creyeron que era la voluntad de Dios adorar a sus grandes criaturas. 

Estas explicaciones de los hechos aparecen muy fuertemente en las palabras de los profetas cercanos a la época de la destrucción del Primer Templo y durante el exilio de Babilonia. El profeta Jeremías, y también Daniel, describen repetidamente a los dioses de otros las naciones como falsedades y tonterías.

A pesar de que este último enfoque, el cual tiene mucha verdad, y que ha sido aceptado por la mayoría del pueblo de Israel de todas las generaciones, por sí mismo puede no ser suficiente para asentar las contradicciones que surgen cuando leemos el estilo de los versos de la Biblia. Puede ser más simple de aceptar como el significado directo de los versículos, el enfoque de los maestros de la Kabalá, que están dispuestos a aceptar que los poderes espirituales venerados por las otras naciones son reales en algún sentido. Por ejemplo, veamos lo que el rabino Josef Gikatillia escribió en su libro, "Sha’arei Orah":

"No debes creer las palabras vacías de algunas personas ignorantes que insisten en que los dioses de las otras naciones no tienen poder alguno y que el nombre ‘dios’ no es relevante para ellos. Más bien, sabe que Di-s, Bendito sea Él, ha dado poder en manos de cada "Zar" (líder - Angel) de los "Zarim" de las otras naciones, para juzgar a su nación y su tierra. Y tales líderes se llaman Elohim (‘dios’) en vista del hecho de que gobiernan y juzgan a la gente de sus tierras".

Este enfoque puede usarse para explicar un versículo difícil en la parashá Ekev: "Porque el Señor, vuestro Dios, es Dios de dioses y Señor de señores…" (Deuteronomio 10:17).

El rabino Yehuda Leon Ashkenazi (Manitou), basado en la Kabalá, explicó esto de la siguiente manera: "el Señor", quién es vuestro Dios, o sea el Dios de Israel y que directamente los supervisa, es, para las otras naciones, el Dios de todos los dioses y el Señor de todos los señores. (de todos los "Zarim" que rigen a otros pueblos).

Esta interpretación contrasta marcadamente con la de Maimónides en la Guía de los Perplejos: ""el Señor", quien es vuestro Dios" y que lo es para toda la humanidad, y luego dice "Dios es Dios de dioses y Señor de señores", es decir, el Dios de los ángeles y los señores. El Señor de los Intelectos separados, de los planetas y las estrellas (en lenguaje Aristotélico). La ambivalencia de la interpretación de la Escritura se expresa también en las palabras de Rashi sobre el versículo en Deuteronomio 4:19 "No sea que levantes los ojos al cielo y veas el sol, la luna, las estrellas y todo el ejército del cielo, y seas impulsado a adorarlos y servirlos, cosas que el SEÑOR tu Dios ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos". Rashi: "para iluminar a los otros pueblos".

El comentario referido a los maestros de la Kabalá parece a primera vista contradecir la prohibición explícita de adoración de ídolos, incluso para los gentiles que han aceptado las Siete Mitzvot de Bnei Noaj. Sin embargo, se puede decir que encontramos aquí un estado similar a un judío que fue secuestrado cuando era bebé y creció entre las otras naciones del mundo (y, por lo tanto, ignorante de las mitzvot que lo obligan), el cual también se puede aplicar a un gentil o a un justo de entre las naciones. Debido a esto los profetas no reprendieron a las otras naciones por la adoración de ídolos - desde ya cuando esto tenía lugar fuera de la Tierra de Israel.

Esto también fue escrito por Rabeinu Bejayei en Comentario sobre la Torá, Deuteronomio 31:16: "No hemos encontrado en toda la Torá que las otras naciones fueran reprendidas por la adoración de ídolos, y solo Israel fue reprendido, porque ellos están específica y directamente vinculados a Él (Hashem). Y de manera similar vemos que no se vio que las otras naciones fueran castigadas por la adoración de ídolos que no tuvo lugar dentro de Tierra Santa" (Deuteronomio 31).

Una fuente antigua sobre este enfoque se encuentra en las palabras de Flavio Josefo en su libro "Contra Apion": "Nuestro Señor nos prohibió hablar en burla y en desgracia contra los dioses aceptados por otros pueblos, por respeto al mismo nombre Dios". Parece que Josefo interpretó el versículo, "Elohim no maldecirás…" como una advertencia al Dios de las otras naciones. Y así se entiende de la simple lectura de la continuación del versículo: "Y al príncipe de tu pueblo no…", el comienzo del versículo no habla al Dios de tu pueblo. Pero en sus palabras posteriores, Josefo condena la mitología griega debido a las cosas ridículas que le atribuyen a los dioses. De esto se desprende que Josefo distingue entre la antigua idolatría, la cual tenia una relación con El creador del mundo, cierto que de una manera que en verdad es extraña para nosotros, pero honesta y recta para las naciones, a diferencia de la idolatría que caracteriza la etapa del deterioro gradual de la comprensión religiosa, a los cuales si es adecuado ridiculizar, como en las palabras del Talmud: "Toda burla proviene de burla a la adoración de ídolos" (Talmud Babel, Tratado de Megilla 25:2).

Pero la tendencia de la historia, como sugiere la Biblia, es la abolición de los dioses en el futuro. Y asi es como Rashi interpretó el verso de "Shema Yisrael" - "Escucha, Israel: Dios, quién ahora es nuestro Dios y no el de las otras naciones; algún día será el único Dios " (Deuteronomio 6:4). Como esta escrito: "En ese tiempo daré a los pueblos labios puros, para que todos ellos invoquen el nombre del Señor, para que le sirvan de común acuerdo" (Sofonías 3:9). Y se dice: "Y el Señor será rey sobre toda la tierra; aquel día el Señor será Uno, y Uno Su nombre" (Zacarias 14:9).

La creencia en el "Ijud", la unidad, no es, por lo tanto, una declaración de fe estática sino un plan de acción que abarca toda la historia, para expandir así la conexión de la divinidad con el pueblo de Israel, hacia la humanidad entera.

(Tomado de https://ravsherki.org/)

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