Para un noájida, la idolatría se entiende como cualquier acto o creencia que implique adorar, venerar o atribuir poder divino a algo que no sea el Dios único y creador del universo, tal como lo concibe el judaísmo. Esto incluye, pero no se limita a:
Adoración de ídolos físicos: Rezar, ofrecer sacrificios o realizar rituales ante estatuas, imágenes o representaciones de deidades o fuerzas sobrenaturales.
Culto a entidades múltiples: Reconocer o venerar a varios dioses o seres divinos en lugar de aceptar la unicidad absoluta de Dios.
Intermediarios divinos: Considerar que hay seres (como ángeles, santos o espíritus) que poseen poder independiente de Dios y que pueden ser adorados o invocados directamente.
Fuerzas naturales o creadas: Atribuir divinidad o poder autónomo a elementos de la naturaleza (como el sol, la luna, las estrellas) o a objetos hechos por el hombre.
Según la Halajá, el noájida no necesita adherirse a las complejidades de la ley judía (como las 613 mitzvot que aplican a los judíos), pero sí debe rechazar cualquier forma de idolatría activamente. La interpretación práctica de esta prohibición puede variar entre las autoridades rabínicas, pero en general, se espera que el noájida mantenga una creencia monoteísta pura y evite participar en prácticas religiosas que contradigan esta unicidad.
Por ejemplo, Maimónides (Rambam), en su obra Mishné Torá (Leyes de los Reyes 9:2), enfatiza que un noájida debe reconocer a Dios como el único soberano del universo y abstenerse de cualquier culto que desvíe esa exclusividad. Esto significa que incluso participar pasivamente en ceremonias idólatras o aceptar beneficios de ellas podría ser visto como una transgresión. Sin embargo, algunas autoridades rabínicas como el Rabino Oury Cherki son más flexibles en algunas consideraciones, tal como lo expone en el libro Brit Shalom.
En resumen, para un noájida, bajo la Halajá judía, la idolatría es cualquier acto o creencia que comprometa la exclusividad de la adoración al Dios único, ya sea a través de la veneración de imágenes, seres o conceptos que se interpongan entre el individuo y la concepción monoteísta del Creador.
Religiones Monoteístas
El monoteísmo, la creencia en un solo Dios único y soberano, no es exclusivo del judaísmo, sino que también aparece en otras religiones, cada una con sus propias interpretaciones y matices. Desde la perspectiva de la Halajá judía y su definición de idolatría para los noájidas, estas religiones pueden ser evaluadas en función de si sus creencias y prácticas se alinean con el monoteísmo puro o si introducen elementos que podrían considerarse idólatras.
1. Cristianismo
El cristianismo se auto-considera monoteísta en su esencia, ya que profesa la creencia en un solo Dios. Sin embargo, la doctrina de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo como tres personas en una sola deidad) genera debate desde la perspectiva judía. Para muchas autoridades rabínicas, como Maimónides, la Trinidad puede percibirse como una forma de "asociación" (shituf), es decir, atribuir divinidad o poder a algo junto con Dios, lo que comprometería el monoteísmo absoluto requerido para los noájidas.
Aunque el cristianismo no implica adoración de múltiples dioses (politeísmo), algunos rabinos históricos han argumentado que su teología podría ser problemática para un noájida bajo la Halajá estricta.
Por otro lado, ciertas ramas cristianas unitarias (que rechazan la Trinidad y enfatizan la unicidad de Dios) se acercan más a la concepción judía de monoteísmo puro. En la práctica, muchos judíos ortodoxos modernos consideran que el cristianismo, al menos para los noájidas, no constituye idolatría activa, especialmente si no implica adoración de íconos o estatuas.
2. Islam
El islam es ampliamente reconocido como una religión monoteísta estricta. Su concepto central, el tawhid, enfatiza la unicidad absoluta de Alá (Dios), rechazando cualquier forma de asociación (shirk), ya sea mediante intermediarios, imágenes o múltiples deidades. Desde la perspectiva de la Halajá judía, el islam se alinea claramente con los requisitos de monoteísmo para los noájidas. No hay culto a ídolos ni atribución de poder divino a entidades distintas de Dios, lo que lo hace compatible con la prohibición de idolatría en las Siete Leyes Noájidas. De hecho, pensadores judíos como Maimónides han elogiado el monoteísmo islámico como un modelo de creencia pura en un solo Creador.
3. Zoroastrismo
El zoroastrismo, una de las religiones monoteístas más antiguas, presenta a Ahura Mazda como el dios supremo y creador. Sin embargo, su teología incluye un dualismo cósmico entre Ahura Mazda (el bien) y Angra Mainyu (el mal), lo que puede interpretarse como una lucha entre dos fuerzas opuestas. Desde una perspectiva judía estricta, este dualismo podría ser visto como una forma de comprometer la unicidad absoluta de Dios, ya que sugiere la existencia de una entidad poderosa (aunque no adorada como dios) que opera en oposición al Creador.
Aunque el zoroastrismo no es politeísta ni idólatra en el sentido clásico, algunos rabinos podrían considerarlo problemático para un noájida si el dualismo se percibe como una dilución del monoteísmo puro.
4. Sijismo
El sijismo es una religión monoteísta que surge en el siglo XV en la India. Sus seguidores creen en un solo Dios eterno, sin forma ni género, conocido como Ik Onkar. Rechaza la idolatría explícitamente, prohibiendo el uso de imágenes o estatuas en la adoración, y enfatiza la devoción directa a este Dios único. Desde el punto de vista de la Halajá, el sijismo cumple con los criterios de monoteísmo para los noájidas, ya que no introduce intermediarios divinos ni prácticas que contradigan la unicidad de Dios.
5. Religiones orientales (Hinduismo y Budismo)
El hinduismo y el budismo no son monoteístas en el sentido clásico, aunque tienen corrientes que podrían interpretarse de manera diferente:
Hinduismo: Aunque a menudo se lo asocia con el politeísmo debido a sus múltiples dioses (devas), ciertas escuelas filosóficas, como el Vedanta, proponen un monoteísmo subyacente en el que Brahman es la realidad suprema y única, mientras que los dioses son manifestaciones de esta esencia. Sin embargo, la adoración de imágenes y la multiplicidad de deidades serían consideradas idolatría bajo la Halajá judía.
Budismo: El budismo no se centra en un dios creador, sino en la liberación personal. Algunas formas de budismo incluyen veneración de estatuas de Buda o bodhisattvas, lo que desde la Halajá sería visto como idolatría. Sin embargo, el budismo no teísta (que no postula un dios) no encaja fácilmente en la categoría de idolatría, aunque tampoco cumple con la exigencia noájida de reconocer un Dios único.
Evaluación desde la Halajá
Para un noájida, la Halajá exige no solo evitar la idolatría activa (como adorar ídolos), sino también adherirse a una creencia en un Dios único sin asociados ni intermediarios divinos. Religiones como el islam y el sijismo se alinean bien con este estándar.
El cristianismo plantea dudas debido a la Trinidad y el uso de imágenes en algunas denominaciones. Religiones como el hinduismo o el budismo, con sus prácticas y cosmologías, serían generalmente vistas como incompatibles con el monoteísmo noájida estricto.
La idea de la Trinidad puede parecer, desde fuera, como una "división" de Dios, lo que genera preguntas y debates, especialmente desde perspectivas monoteístas estrictas como las del judaísmo o el islam.
La Trinidad según el cristianismo
La doctrina de la Trinidad surge de una combinación de las Escrituras cristianas (el Nuevo Testamento) y siglos de reflexión teológica, consolidada en concilios como el de Nicea (325 d.C.) y Constantinopla (381 d.C.). Los cristianos sostienen que:
Distinción en personas: El Padre (creador), el Hijo (Jesús, encarnado como hombre) y el Espíritu Santo (presencia activa de Dios en el mundo) son distintos en sus roles y relaciones, pero no en su divinidad. Por ejemplo, el Padre envía al Hijo, y el Espíritu procede del Padre y/o del Hijo (dependiendo de la tradición teológica).
Misterio divino: Los teólogos cristianos a menudo admiten que la Trinidad es un "misterio" que trasciende la comprensión humana, pero insisten en que no implica politeísmo, ya que no hay tres dioses independientes, sino un solo ser divino expresado en tres personas.
Un ejemplo común para ilustrarlo (aunque imperfecto) es el del agua, que puede existir como líquido, hielo y vapor: tres estados distintos, pero una sola sustancia. Sin embargo, los cristianos evitan depender demasiado de analogías, ya que ninguna captura plenamente la idea.
¿Por qué los cristianos dicen que no es un Dios "dividido"?
Los cristianos rechazan la idea de que Dios esté dividido porque argumentan que las tres personas de la Trinidad no son partes de Dios ni entidades separadas con voluntades opuestas. En cambio:
Existe una perfecta unidad de voluntad y propósito entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La encarnación de Jesús como Dios hecho hombre no significaría que sea un dios aparte, sino que es la misma deidad asumiendo una forma humana temporalmente.
La percepción externa: ¿Por qué parece una división?
Desde fuera, especialmente desde el judaísmo, la Trinidad puede parecer una forma de "asociación" (shituf en el judaísmo, shirk en el islam), porque:
Tres personas distintas: Hablar de Padre, Hijo y Espíritu Santo como "personas" sugiere a algunos una multiplicidad que contradice la unicidad absoluta de Dios. Maimónides argumenta que creer en un Dios que se "divide" o tiene asociados (como la Trinidad) no cumple con el estándar de monoteísmo puro.
Jesús como dios: La afirmación de que Jesús es divino y humano a la vez puede interpretarse como el intento de elevar a una figura creada (un hombre) al estatus de Dios, lo que para el judaísmo es idolatría o una ruptura del monoteísmo.
Prácticas devocionales: En algunas ramas cristianas, como el catolicismo, las oraciones dirigidas específicamente al Padre, a Jesús o al Espíritu Santo, junto con el uso de imágenes o íconos, refuerzan la percepción de división o incluso de politeísmo.
Resolución cristiana del aparente conflicto
La aparente contradicción entre el monoteísmo cristiano y la percepción de un "Dios dividido" debido a la Trinidad es un tema que ha generado siglos de reflexión teológica, debates interreligiosos y malentendidos. Para resolver esta confusión, es útil desglosar el concepto desde la perspectiva cristiana interna (cómo lo entienden y justifican ellos mismos), contrastarlo con las críticas externas (especialmente desde el judaísmo y el islam), y explorar cómo los cristianos han intentado clarificar esta doctrina a lo largo de la historia.
Los cristianos responden que la Trinidad no es una contradicción lógica, sino una paradoja que refleja la profundidad de Dios. Insisten en que no adoran a tres dioses, sino a un solo Dios que se revela en tres formas interrelacionadas.
Teólogos como Agustín de Hipona o Tomás de Aquino han dedicado extensos tratados a explicar que la distinción entre las personas es relacional, no sustancial: el Padre genera al Hijo, y el Espíritu procede de ambos, pero todos son eternos, coiguales y consustanciales.
Finalmente, los cristianos se consideran monoteístas porque dicen creer en un solo Dios en esencia, aunque ese Dios se manifieste como tres personas. La percepción de "división" surge de cómo otras tradiciones monoteístas interpretan esta doctrina, viéndola como un alejamiento de la unicidad indivisible.
1. La visión cristiana interna: La Trinidad como unidad, no división
El cristianismo sostiene que la Trinidad no implica un Dios dividido, sino una complejidad dentro de la unidad divina. Para entender esto, los cristianos se apoyan en tres pilares fundamentales:
La Unidad de esencia (homoousios): En el Concilio de Nicea (325 d.C.), los líderes cristianos definieron que el Padre y el Hijo son de la misma "sustancia" (homoousios en griego), refutando la idea de que Jesús fuera un ser creado o inferior (como proponía el arrianismo). Posteriormente, el Espíritu Santo fue incluido en esta misma esencia. Esto significa que no hay tres sustancias divinas separadas, sino una sola, compartida por las tres personas.
Aunque el término "Trinidad" no aparece en la Biblia, los teólogos dicen que refleja la revelación progresiva de Dios.
Desde esta perspectiva, la Trinidad no es una división en el sentido de fragmentar a Dios en partes, sino una manera de expresar que Dios es relacional y dinámico en su propia naturaleza. Los cristianos ven esto como un enriquecimiento del monoteísmo, no como una ruptura.
La Distinción relacional: Las tres personas se diferencian por sus relaciones internas, no por su naturaleza. El Padre es "ingenerado", el Hijo es "generado" eternamente por el Padre (no creado en un momento del tiempo), y el Espíritu "procede" del Padre y/o del Hijo (según la tradición occidental u oriental). Estas relaciones no dividen a Dios, sino que describen cómo la única deidad existe en comunión consigo misma. Por ejemplo, Agustín de Hipona usó la analogía de la mente humana: memoria, entendimiento y voluntad son distintos, pero forman una sola mente.
2. Críticas externas: ¿Por qué parece un Dios dividido?
El judaísmo y el islam, ambos monoteístas estrictos, cuestionan la Trinidad porque ven en ella una amenaza a la unicidad absoluta de Dios. Estas críticas ayudan a entender la confusión:
Judaísmo: En la tradición judía, Dios es uno en un sentido indivisible (yajid), no compuesto ni relacional. La Shemá (Deuteronomio 6:4) declara: "El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno". Para muchos rabinos, como Maimónides, la idea de tres "personas" en Dios introduce una multiplicidad que bordea el politeísmo o al menos el shituf (asociación). La divinidad de Jesús, en particular, es problemática, ya que un ser humano no puede compartir la esencia de Dios sin violar su trascendencia absoluta.
Islam: El concepto islámico de tawhid (unicidad de Dios) rechaza cualquier división o asociación (shirk). El Corán critica explícitamente la Trinidad en versículos como Surah 4:171, que dice: "No digáis 'Tres'; cesad, es mejor para vosotros. Ciertamente, Alá es un solo Dios". Para los musulmanes, atribuir "hijos" o "personas" a Dios implica una fragmentación incompatible con su naturaleza simple y eterna.
Desde estas perspectivas, la Trinidad parece dividir a Dios porque introduce distinciones que, aunque los cristianos las llaman internas, otros las perciben como externas o sustanciales. La veneración de Jesús como divino y las oraciones dirigidas a las tres personas refuerzan esta impresión.
3. Esfuerzos cristianos históricos para aclarar esta confusión
Para aclarar que la Trinidad no divide a Dios, los teólogos cristianos han desarrollado argumentos y conceptos a lo largo de la historia. Aquí algunos enfoques clave:
Agustín de Hipona (siglo IV-V) en su obra De Trinitate, argumenta que la Trinidad refleja la naturaleza relacional de Dios sin comprometer su unidad. Usa analogías psicológicas (como amante, amado y amor) para mostrar que las distinciones son internas a una sola esencia. Insiste en que Dios no puede ser "dividido" porque las tres personas no son partes, sino que cada una es plenamente Dios en sí misma, sin existir independientemente.
Tomás de Aquino (siglo XIII) en la Summa Theologica, explica que las personas de la Trinidad son "subsistencias" dentro de la misma esencia divina, no seres separados. La distinción es real pero no material ni numérica; es una distinción de relación, no de sustancia. Por ejemplo, el Padre no es el Hijo, pero ambos son igualmente Dios sin dividir la deidad.
En la teología moderna, algunos teólogos contemporáneos, como Karl Rahner, enfatizan que la Trinidad es cómo Dios se revela a la humanidad (la "Trinidad económica") y cómo existe eternamente en sí mismo (la "Trinidad inmanente"). Esto busca cerrar la brecha entre la percepción externa y la creencia interna, mostrando que las tres personas son modos de interacción de un solo Dios con el mundo.
4. ¿Cómo superar la confusión?
La confusión surge porque el cristianismo usa un lenguaje y una lógica que chocan con las nociones más simples de la unicidad. Para resolverlo:
Desde el cristianismo: La clave está en entender que "persona" no significa individuo separado (como en el uso moderno), sino una "relación subsistente" dentro de una esencia indivisa. No hay tres dioses, sino un solo Dios que es intrínsecamente relacional.
Desde fuera: Reconocer que el cristianismo no pretende dividir a Dios, sino describir una paradoja: un Dios único que, por su naturaleza infinita, puede manifestarse como tres sin perder su unidad. Sin embargo, aceptar esto requiere suspender la expectativa de una unicidad "simple" y abrazar una unicidad "compuesta" que otras religiones rechazan.
En última instancia, los cristianos ven la Trinidad como un "misterio" que no contradice el monoteísmo, sino que lo profundiza, mientras que judíos y musulmanes lo ven como una complicación innecesaria que roza en la idolatría.
La diferencia radica en cómo cada tradición define "unidad": para el cristianismo, puede incluir distinción interna; para el judaísmo y el islam, cualquier distinción es una división.
El concepto de "relación subsistente" dentro de una "esencia indivisa" es central en la teología cristiana para explicar cómo las tres personas de la Trinidad —Padre, Hijo y Espíritu Santo— pueden ser distintas sin dividir la unicidad de Dios.
1. Definición básica
"Relación subsistente dentro de una esencia indivisa" significa que las tres personas de la Trinidad son distinciones reales basadas en cómo Dios se relaciona consigo mismo (paternidad, filiación, procesión), pero estas distinciones no parten ni fragmentan la única naturaleza divina. Cada persona es plenamente Dios, no una parte o un ser separado, y la esencia permanece simple porque las relaciones no son externas ni accidentales, sino intrínsecas al ser de Dios.
Relación: En este contexto, no se refiere a una conexión externa entre cosas separadas (como la relación entre dos personas humanas), sino a una distinción interna dentro de un solo ser. Específicamente, las "personas" de la Trinidad se distinguen por cómo se relacionan entre sí: el Padre genera al Hijo, el Hijo es generado por el Padre, y el Espíritu Santo procede del Padre y/o del Hijo.
Subsistente: Significa que estas relaciones no son meros conceptos abstractos o atributos pasajeros, sino que tienen una realidad concreta y eterna. Cada "persona" es la relación misma y existe plenamente como tal, sin depender de algo externo para ser lo que es.
Esencia indivisa: La "esencia" o "sustancia" de Dios (su naturaleza divina) es una sola, simple (sin partes) e indivisible. Todo lo que Dios es —omnipotencia, omnisciencia, eternidad— pertenece por igual a las tres personas, sin fragmentación.
Según los cristianos, la "relación subsistente" es una distinción real dentro de Dios que no divide su esencia, sino que define cómo la única deidad existe en tres "modos" o "personas" que son plenamente Dios.
Estas relaciones no son accidentales (como el color de un objeto, que puede cambiar), sino esenciales y eternas. Sin embargo, no dividen la esencia divina porque cada persona es plenamente la esencia de Dios, no una parte de ella.
2. ¿Por qué no divide la esencia?
La clave está en la simplicidad divina, un concepto filosófico que afirma que Dios no tiene partes ni composición. En los seres humanos, las relaciones (como ser padre o hijo) son externas y dependen de otros; en Dios, las relaciones son internas y auto-existentes:
De acuerdo con este concepto, no hay "partes" en Dios. Si el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo fueran partes de Dios, la esencia estaría dividida, como un pastel cortado en tres. Pero en la teología cristiana, cada persona es la totalidad de la esencia divina, no una fracción. El asunto se vuelve mas controversial cuando vemos que cada una de esas personalidades tiene una temporalidad y una función definida, dentro de lo que se conoce como "dispensación".
No obstante, esta teología insiste en que el Padre no es "un tercio" de Dios; sino que es completamente Dios. Lo mismo aplica al Hijo y al Espíritu Santo. La distinción está en cómo se relacionan, no en qué son.
Por ejemplo, cuando el Hijo encarna como Jesús, no deja de ser plenamente Dios; su humanidad se une a la divinidad sin dividirla ni separarla del Padre o del Espíritu.
3. Analogía (con limitaciones)
Para ilustrarlo, los teólogos a veces usan analogías, aunque todas son imperfectas porque la naturaleza humana no tiene equivalentes exactos:
La mente humana: Imagina tu mente con memoria, entendimiento y voluntad. Son aspectos distintos (puedes pensar en un recuerdo, entenderlo y decidir actuar), pero no son tres mentes separadas, sino una sola mente que opera de tres maneras. En la Trinidad, las relaciones subsisten de forma aún más profunda: no son solo funciones, sino "personas" que son idénticas en esencia.
El sol: El sol genera luz y calor; son distintos (puedes sentir el calor sin ver la luz), pero ambos son inseparables del sol mismo. En la Trinidad, las personas son distintas en su relación, pero no separadas de la esencia divina.
Estas analogías fallan porque en la realidad creada las distinciones implican división material o temporal, mientras que en Dios, las relaciones subsisten sin dividir su simplicidad.
4. Contraste con la crítica externa
Desde el judaísmo, este concepto es confuso porque "persona" suena como una entidad independiente, y las relaciones parecen introducir multiplicidad. Para estas tradiciones, Dios es absolutamente simple (yajid o tawhid), sin ninguna distinción interna. La idea de "relaciones subsistentes" resulta innecesaria o incluso contradictoria, ya que cualquier diferenciación parece comprometer la unicidad.
Los cristianos responden que la simplicidad de Dios no excluye las relaciones internas, sino que las incluye como parte de su infinitud. La "relación subsistente" es su manera de decir que Dios no es estático ni solitario, sino un ser vivo y relacional, sin dejar de ser uno.
¿Cómo puede un Dios infinito, ser finito al mismo tiempo?
La pregunta de si un Dios infinito que se encarna en un cuerpo finito, experimentando nacimiento y muerte, implica una limitación de ese Dios, toca el corazón de la teología cristiana sobre la encarnación de Jesús y ha sido objeto de debate filosófico y teológico durante siglos.
Desde la perspectiva cristiana, esta paradoja no se considera una limitación de Dios, sino una expresión de su poder y voluntad. Sin embargo, desde otras tradiciones monoteístas como el judaísmo, sí puede percibirse como una contradicción o una disminución de la infinitud divina. Vamos a analizarlo paso a paso para responder con claridad:
La visión cristiana:
La encarnación como un acto voluntario, no una limitación. En el cristianismo, la encarnación (el Hijo, la segunda persona de la Trinidad, tomando forma humana como Jesús) no se ve como una restricción impuesta a Dios, sino como un acto voluntario de su poder infinito y amor.
Según esta teología, la doctrina del Concilio de Calcedonia (451 d.C.) afirma que Jesús tiene dos naturalezas —divina y humana— en una sola persona, sin mezcla ni separación. Su naturaleza divina permanece infinita, eterna e inmutable, mientras que su naturaleza humana experimenta nacimiento, sufrimiento y muerte. Estas "limitaciones" son propias de la humanidad que asumió, no de su divinidad.
No cesa de ser infinito: Aunque Jesús, como hombre, tuvo un cuerpo finito y murió, los cristianos creen que su esencia divina no quedó restringida ni anulada. Se enfatiza que el Hijo sigue siendo plenamente Dios, incluso en la encarnación.
Desde esta perspectiva, el nacimiento y la muerte de Jesús no limitarían a Dios, sino que demuestran su capacidad de abarcar lo finito sin comprometer su infinitud. Es un acto de "kenosis" (vaciamiento), pero entendido como una renuncia voluntaria a ciertas prerrogativas divinas (como la omnipresencia física) en su forma humana, no como una pérdida de su naturaleza esencial.
La paradoja: ¿Cómo lo finito contiene lo infinito?
La idea de un Dios infinito en un cuerpo finito suena contradictoria desde una lógica humana, porque lo finito implica límites (tiempo, espacio, mortalidad), mientras que lo infinito los trasciende. Esto lleva a cuestionar:
- ¿Se reduce Dios al encarnarse? Si Dios es ilimitado, ¿cómo puede estar sujeto a nacimiento y muerte sin perder su infinitud?
- ¿Es una contradicción? ¿No implica que Dios deja de ser omnipotente o eterno al someterse a las condiciones humanas?
Los cristianos responden que no hay reducción ni contradicción, porque:
Según la unión hipostática: La naturaleza divina no se "convierte" en humana ni se limita por ella; más bien, se une a ella sin alterarse. Es como si un océano infinito se vertiera en un vaso: el vaso contiene agua del océano, pero el océano no deja de ser inmenso.
El propósito redentor: La encarnación tiene un fin (la salvación humana), y la muerte de Jesús no es un fin de su divinidad, sino un medio para vencer el pecado y la muerte, demostrado por la resurrección. La resurrección, para los cristianos, prueba que la naturaleza divina trasciende las limitaciones humanas.
Tomás de Aquino argumenta en la Summa Theologica (III, q. 1) que la encarnación no disminuye el poder de Dios, sino que lo manifiesta: solo un ser infinito podría asumir lo finito sin dejar de ser lo que es.
Desde el judaísmo, el concepto de un Dios infinito que nace y muere sí se percibe como una limitación o incluso como una imposibilidad lógica. Dios es completamente trascendente y no puede ser contenido en lo creado. La idea de que Dios asuma un cuerpo finito contradice su naturaleza inmutable y eterna. Maimónides, en sus Principios de Fe, enfatiza que Dios no tiene forma ni cambio, viendo la encarnación como una forma de antropomorfismo o idolatría.
Cualquier asociación de Dios con lo finito (como un cuerpo que nace y muere) introduce una limitación incompatible con su infinitud. Si Dios muere, aunque sea en una forma humana, parece que pierde su eternidad y omnipotencia, al menos temporalmente.
¿Es una limitación entonces?
Depende de la perspectiva:
Desde el cristianismo: No, porque la encarnación es una expresión de la omnipotencia y el amor de Dios, no una restricción. La muerte y el nacimiento son asumidos voluntariamente en la naturaleza humana, mientras la naturaleza divina sigue siendo infinita e inalterada.
Desde otras religiones: Sí, porque lo infinito, por definición, no debería estar sujeto a lo finito (nacimiento, muerte, espacio, tiempo). Cualquier sometimiento a esas condiciones parece una limitación, al menos en apariencia.
En última instancia, los cristianos ven la encarnación como una paradoja resuelta por la fe: un Dios tan infinito que puede abarcar lo finito sin dejar de ser lo que es. Para otras tradiciones, esa paradoja no se resuelve y sigue siendo una contradicción.
Esto apunta a una confusión legítima que surge de la explicación de la encarnación y la Trinidad, y toca temas fundamentales de la teología cristiana sobre la relación entre Dios y Jesús, la "fuente primaria" dentro de la Trinidad, y si Jesús es una creación o no.
1. ¿Es Dios externo a Jesús porque "se une" a su humanidad?
Cuando se dice que la naturaleza divina "se une" a la naturaleza humana en Jesús, no significa que Dios sea externo a Jesús como si fueran dos entidades separadas que se juntan desde fuera. En la teología cristiana, específicamente la doctrina de la unión hipostática (Concilio de Calcedonia, 451 d.C.), Jesús es una sola persona con dos naturalezas: divina y humana. Vamos a desglosarlo:
Según los cristianos, Jesús no es un humano al que "se le agrega" Dios como algo externo. Desde el momento de su concepción, el Hijo (la segunda persona de la Trinidad) asume la naturaleza humana, de modo que las dos naturalezas coexisten en él inseparablemente.
La expresión "se une" describe el proceso de la encarnación voluntaria. El Hijo, que ya es plenamente Dios por naturaleza, toma una naturaleza humana adicional sin dejar de ser divino. No es que Dios esté fuera de Jesús y luego lo ocupe; Jesús es el Hijo encarnado.
La naturaleza divina no está "afuera" de Jesús, sino que es intrínseca a él. Por eso los cristianos dicen que Jesús es "verdadero Dios y verdadero hombre". La unión no implica una fusión (donde las naturalezas se mezclen) ni una división (donde sean independientes), sino una coexistencia en una sola persona.
Esta sería la explicación desde el cristianismo, Dios no es externo a Jesús. Jesús, como el Hijo encarnado, es la segunda persona de la Trinidad, y su divinidad es idéntica a la del Padre y el Espíritu Santo en esencia. La "unión" se refiere a cómo esa divinidad eterna asume una humanidad creada sin comprometer su infinitud.
¿Quién es la fuente primaria en la Trinidad?
Dentro de la Trinidad, el Padre es considerado la "fuente primaria" o el "principio" en un sentido relacional, no en el sentido de que sea más Dios o superior en esencia. Esto se deriva de las relaciones subsistentes que se explicó anteriormente:
El Padre como origen: En la teología trinitaria, el Padre es "ingenerado" y la fuente de las otras personas. El Hijo es "generado" eternamente por el Padre (no creado en un momento del tiempo), y el Espíritu Santo "procede" del Padre y/o del Hijo (según la tradición occidental u oriental). Esta "generación" y "procesión" no son eventos temporales, sino realidades eternas dentro de la esencia divina.
Igualdad en esencia: Aunque el Padre es la fuente, las tres personas son coeternas (sin comienzo ni fin) y coiguales (ninguna es inferior). El Hijo no es una creación del Padre, sino que comparte la misma sustancia divina (homoousios), como se definió en el Concilio de Nicea contra las herejías que lo consideraban un ser creado (como el arrianismo).
Jesús como el Hijo: En su divinidad, Jesús (el Hijo) no tiene un origen separado del Padre; su "generación" es un misterio eterno que no implica subordinación ni creación. En su humanidad, sin embargo, Jesús tiene un comienzo temporal (nace de María), pero esto aplica solo a su naturaleza humana, no a su divinidad.
Por lo tanto, el Padre es la fuente primaria en términos de las relaciones trinitarias (él genera al Hijo y hace proceder al Espíritu), pero no en el sentido de que el Hijo o el Espíritu sean menos divinos o posteriores en existencia. La Trinidad es un solo Dios, y las tres personas comparten la misma esencia indivisa desde toda la eternidad.
¿Es Jesús una creación? Si lo fuera, no sería Dios
La respuesta cristiana es clara: Jesús, en su naturaleza divina, no es una creación. Sin embargo, su naturaleza humana sí es creada.
Si Jesús fuera solo una creación (es decir, si no tuviera naturaleza divina), no sería Dios, porque lo creado no puede ser igual al Creador. Pero el cristianismo afirma que Jesús no es solo humano; su divinidad preexistente y eterna lo distingue de cualquier criatura. Por eso los cristianos lo llaman "Hijo de Dios" en un sentido único, no como una criatura adoptada, sino como el Hijo eterno que comparte la esencia divina.
Jesús no es creación en su divinidad, Solo su humanidad es creada. Si Jesús fuera únicamente una creación, no podría ser Dios, pero su naturaleza divina lo establece como igual al Padre y al Espíritu.
Desde el judaísmo, esta distinción entre naturalezas puede no convencer. La idea de que Dios asuma una naturaleza creada (la humanidad de Jesús) suena como una limitación o una mezcla inaceptable entre lo divino y lo humano. Para ellos, Dios no puede tener una "fuente" interna ni encarnarse sin comprometer su trascendencia.
Si Jesús nace y muere, debe ser una creación, no Dios, porque lo infinito no puede someterse a lo finito sin dejar de ser infinito.
¿Cuál es la diferencia entre "generado" y "creado"?
Profundicemos en la diferencia entre "generado" y "creado" en el contexto de la teología cristiana, ya que esto es clave para entender por qué los cristianos insisten en que Jesús (el Hijo) no es una creación, sino plenamente Dios, y cómo usan la Biblia para respaldarlo. Esta distinción resuelve muchas confusiones sobre la naturaleza divina de Jesús y su relación con el Padre como "fuente primaria".
En la teología cristiana, "generado" (gennētos en griego) y "creado" (ktistos) tienen significados radicalmente distintos cuando se aplican a la Trinidad:
Generado: Implica que el Hijo procede del Padre de manera eterna, intrínseca y sin un comienzo en el tiempo. Es un proceso interno a la esencia divina, no un acto de producción externa. El Hijo no "viene a la existencia" porque siempre ha existido como parte de la misma sustancia divina del Padre. Este término se asocia con la idea de "engendrar" (como un padre engendra un hijo), pero en un sentido eterno, no biológico ni temporal.
Creado: Se refiere a algo que tiene un comienzo en el tiempo, es finito y depende de una causa externa para existir. Todo lo creado (el universo, los ángeles, los humanos) es distinto de Dios y no comparte su esencia infinita. La creación es un acto de voluntad divina que produce algo desde la nada (ex nihilo).
La diferencia esencial es que lo "generado" comparte la misma naturaleza del generador, mientras que lo "creado" tiene una naturaleza distinta y dependiente. En el caso de la Trinidad, el Hijo es "generado" por el Padre, lo que significa que es plenamente Dios, no una criatura.
Contexto histórico: El debate con el arrianismo
Esta distinción se volvió crucial en el siglo IV debido a la controversia con Arrio, un presbítero que enseñaba que el Hijo era una creación del Padre, la primera y más excelsa, pero no eterna ni igual en esencia. Arrio argumentaba que "hubo un tiempo en que el Hijo no era", basándose en textos como Proverbios 8:22 ("El Señor me creó al principio de sus caminos"), que mal interpretaba como referencia al Hijo.
El Concilio de Nicea (325 d.C.) rechazó esta idea y afirmó que el Hijo es "engendrado, no creado" (gennēthenta, ou poiēthenta), de la misma sustancia que el Padre (homoousios). El Credo Niceno dice: "Creemos en un solo Señor Jesucristo, Hijo de Dios, engendrado unigénito del Padre... engendrado, no creado". Esto estableció que el Hijo no es una criatura, sino coeterno y coigual con el Padre (¿?).
¿Por qué "generado" no implica creación?
La generación del Hijo no es como la generación humana, donde un padre precede y produce algo nuevo:
Es Eterna: No hay un "antes" o "después" en la generación del Hijo. Es un acto eterno, sin inicio ni fin, porque Dios existe fuera del tiempo.
Es Esencial: El Hijo no es un producto externo (como una obra de arte creada por un artesano), sino una expresión intrínseca de la misma naturaleza divina. Como dice Agustín de Hipona: "El Padre engendra al Hijo de su propia sustancia, no como algo distinto de sí mismo".
No es dependiente: Una criatura depende de su creador para existir; el Hijo, al ser generado, no depende del Padre para su existencia, porque su existencia es la misma existencia divina, compartida plenamente. En la teología cristiana, lo creado no niega lo divino.
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