Deut. 20: 18 "Cuando asediares una ciudad, muchos días, para combatir contra ella, para tomarla; no habrás de dañar su árbol al blandir sobre él hacha, ya que de él habrás de comer, y a él no deberás talar -ya que el hombre es el árbol del campo- para que entre por tu causa en el asedio." Los árboles siempre tienen una influencia positiva sobre su ambiente. Ellos dan sombra, frutas, madera, refugio a aves y animales, oxigenan la tierra, previenen la erosión, resguardan contra el ruido, y mucho más. Los árboles son por lo tanto donantes, y los donantes provienen de la santidad; por lo tanto, los árboles provienen de la santidad. En numerosos pasajes, la Torá compara al hombre con un árbol. ¿Por qué? ¿Acaso se parecen espiritualmente un árbol y una persona? Una persona cuya sabiduría sobrepasa a sus buenas acciones es comparada a un árbol cuyas ramas son numerosas, pero cuyas raíces son pocas: el viento viene y lo arranca, dándolo vuelta. Pero una persona cuyas buenas acciones