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El Hombre es el Árbol del Campo


Deut. 20: 18 "Cuando asediares una ciudad, muchos días, para combatir contra ella, para tomarla; no habrás de dañar su árbol al blandir sobre él hacha, ya que de él habrás de comer, y a él no deberás talar -ya que el hombre es el árbol del campo- para que entre por tu causa en el asedio."

Los árboles siempre tienen una influencia positiva sobre su ambiente. Ellos dan sombra, frutas, madera, refugio a aves y animales, oxigenan la tierra, previenen la erosión, resguardan contra el ruido, y mucho más. Los árboles son por lo tanto donantes, y los donantes provienen de la santidad; por lo tanto, los árboles provienen de la santidad.

En numerosos pasajes, la Torá compara al hombre con un árbol. ¿Por qué? ¿Acaso se parecen espiritualmente un árbol y una persona?

Una persona cuya sabiduría sobrepasa a sus buenas acciones es comparada a un árbol cuyas ramas son numerosas, pero cuyas raíces son pocas: el viento viene y lo arranca, dándolo vuelta.

Pero una persona cuyas buenas acciones sobrepasan a su sabiduría es comparada a un árbol cuyas ramas son pocas, pero cuyas raíces son numerosas. Incluso si viniera todo el viento del mundo y soplara en su contra, no podría moverlo de su lugar (Pirkei Avot 3:22).

El árbol no toma de este mundo nada más que lo mínimo esencial que necesita para su supervivencia básica y para dar frutos, es decir los minerales y la humedad de la tierra, la luz del sol, el oxígeno de la atmósfera, y nada más.

Dice el libro Perek Shirá, El Canto de la Naturaleza:

Los Árboles Silvestres cantan: “Y los árboles del bosque cantan de alborozo ante HaShem, porque Él es Quien juzga a la tierra” (Dibré Hayamim Alef 16.33).

La Palmera canta: “El justo florecerá como la palmera, crecerá como un cedro en el Líbano” (Tehilim 92.13).

La bendición de los árboles frutales dice: «Birkat Hailanot»

La bendición reza: «Baruj Atá Ad-onai Eloh-einu Melej Haolám Sheló Jisar Beolamó Klum, Ubará Bo Briot Tovot Veilanot Tovim Lehanot Bahem Bnei Adam» («…que no permitió que faltara nada en Su mundo, y creó creaturas y árboles buenos para el disfrute del ser humano») (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 43(B)).

Los sabios establecieron que bendigamos por árboles frutales y no por vegetales, porque son más hermosos. Además, en los árboles frutales se percibe mejor la generosidad Divina puesto que dan frutas sin esfuerzo alguno para el hombre. Y por si fuera poco, el alimento básico para la subsistencia humana proviene de los cereales, las legumbres y demás vegetales, por lo que HaShem fue generoso con nosotros al agregar las frutas del árbol, para diversificar nuestra dieta con sabores ricos y deleitables. Por ello recitamos la bendición «Sheló Jisar Beolamó Klum» («Que no permitió que faltara nada en Su mundo»)

Cada árbol tiene su particular tipo de fruta; uno da manzanas, otro da peras y otro duraznos. Cada tipo de árbol es coherente con las frutas que da, y cada uno tiene su propia importancia y su lugar en el mundo. Lo mismo ocurre con los hombres – algunos son soldados, algunos eruditos de la Torá, otros son jornaleros, y otros profesionales. Cada tipo de persona es necesario, y cada uno tiene su propia importancia y su propio lugar en el mundo.

Tanto el hombre como el árbol necesitan de los cuatro elementos para sobrevivir. A continuación, veremos cómo cada elemento simboliza un aspecto necesario en la vida espiritual del hombre y en la existencia material del árbol.

TIERRA: Solidez y estabilidad.

Un árbol necesita el suelo para que sus raíces crezcan. La tierra no es sólo una forma de adquirir alimento, su función más importante para el árbol es darle sustento, sujetar firmemente sus raíces.

La verdadera fortaleza es interna, en la Toráh, Tradición y Herencia, son el sustento real que va a hacer a la persona resistir las vicisitudes de la vida es su bondad, actuar como es debido y correctamente.

Cuanto más profundas penetran las raíces de un árbol, más vitalidad tiene. Del mismo modo, cuanto más profundamente uno está relacionado con sus propias raíces, más vitalidad tiene.

Cuanto más ampliamente se extienden las raíces de un árbol, mejor está arraigado. Por ende, aquel que tiene un amplio conocimiento de sus raíces – o de la Torá, en el caso del judío – entonces esa persona está fuertemente arraigada contra los crueles vientos de la sociedad decadente.

AGUA: humedece las raíces y permite que absorben los nutrientes.

El árbol necesita del agua para para poder transportar los nutrientes de las raíces a las ramas, para poder disolverlos y alimentarse. Sin agua no puede hacer las reacciones químicas necesarias, se seca y muere.

El niño necesita motivación. No alcanza con que le digan lo que está bien y lo que está mal, debe estar motivado para absorber lo que le enseñan.

El árbol sin agua en un comienzo deja de dar frutas, o da frutas debilitadas y raquíticas. Más tarde, se expone a parásitos y a la enfermedad, y por último, muere. La Torá se compara con al agua; sin ella, el hombre no alcanzará su máximo potencial, estará expuesto a toda clase de tensiones, ansiedad, y males emocionales, y. por último, morirá una muerte espiritual.

La Torá es continuamente comparada con el agua. Es lo que le da sentido al ser humano, lo que alimenta su espíritu, lo que permite que sus potenciales sean explotados y lo que le da conocimiento de Dios. Es lo que transporta sus nutrientes espirituales.

Tanto la lluvia como la Torá bajan del cielo y alimentan a todo ser vivo, al sediento y al necesitado. Los ríos y la Torá señalan nuestros caminos.

AIRE: ambiente, espacio.

Un árbol necesita aire para sobrevivir. El aire le da oxígeno que usa para hacer la respiración y dióxido de carbono para hacer la fotosíntesis. Ambos elementos se encuentran en un balance justo dentro del aire. En una atmósfera donde los gases estuvieran desbalanceados el árbol se sofocaría y moriría.

Lo mismo es con la persona, por más que uno tenga sus raíces firmes, claridad en lo que busca y alimento continuo, si el ambiente que lo rodea no es el propicio su desarrollo, se va a ver limitado.

Si no conoce gente que alimente sus deseos con los cuales pueda compartir, que lo impulsen a actuar de forma correcta y en cambio carece de una comunidad, se rodea de gente que es dañina y ridiculiza sus objetivos el potencial de la persona, se puede a asfixiar.

Por eso toda la vida nos hemos dedicado a tratar de sembrar comunidades fuertes y sólidas para el futuro, para que nuestros hijos tengan un buen ambiente del cual respirar.

FUEGO: luz y calor.

El árbol necesita de la energía y del calor del sol para sobrevivir. El ser humano también necesita un impulso a actuar, un deseo, una ilusión. El fuego más fuerte y duradero es el fuego con el que está escrita la Torá.

La fuerza más grande es aquella que te impulsa a superarte, al mismo tiempo que te ofrece la eternidad y te da un sentido.


Los árboles, que son caritativos con criaturas merecedoras, como las abejas, crecen saludables. Si el árbol es caritativo con una criatura indigna, como un parásito, entonces sufre.

La solución para el árbol enfermo es podar completamente sus ramas, de modo que el árbol se renueve echando ramas sanas. Igualmente, ya que la mayoría de los defectos de carácter del hombre provienen de la arrogancia, la persona debería “podarse”, es decir reducir su ego a fin de llegar a un renovado y sano crecimiento emocional.

Si al árbol le está permitido dar frutos durante sus tres primeros años, él perderá tanto su longevidad como su futuro potencial de producción. Como tal, un árbol no debería gastar su fuerza en dar “Orlá”, o fruta prohibida, durante sus tres primeros años. El hombre tampoco debería gastar su poder en transgredir la Torá y en producir frutas prohibidas, Dios no lo permita.

Comentarios

  1. Buenos días !
    Gracias por esta publicación ... La compartiré con mis hijos, familiares y amigos ...

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