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¿Por qué ser un Noajida? ¿Qué motivación lleva a una persona a cambiar el rumbo de su vida a un nivel superior?

Por el Rab Oury Cherki

1. Por un mundo más humano y una aspiración trascendental.

A medida que pasan las generaciones, la humanidad va avanzando hacia la sabiduría y el bien. Este avance tiene lugar en su mayor parte, específicamente en las últimas generaciones, dentro del ámbito humanista-naturalista, es decir: en un mundo cerrado.

Sin embargo, existe dentro del hombre una exigencia de encontrarse con lo trascendental, lo que está más allá del mundo, lo infinito, para dar sentido a su mundo. Hay individuos destacados en cada nación que son capaces de atravesar ocasionalmente la barrera del mundo y que así escuchan la Palabra de Dios. Pero la mayoría definitiva de la humanidad requiere para ello del Pueblo de Israel, pues es la profecía de Israel la que es trascendente por naturaleza.

Además, para que el hombre se vuelva completamente hacia el plano de lo trascendental, es necesario que lo trascendental se vuelva primero hacia el hombre. Encontramos este tipo de posicionamiento solo en la nación de Israel. Por lo tanto, la más completa devoción a Dios depende de la recepción de la Palabra de Dios por medio de la nación de Israel.

2. La profecía permite el avance y la esperanza.

Expliquemos esto más: Uno podría mirar la vida entera del hombre como una serie de respuestas y preguntas. Uno entiende algo específico. Posteriormente, hace una pregunta, dejando así espacio en su conciencia para un nuevo tipo de comprensión. Cuando llega a la nueva comprensión, siente que está en un mundo más completo. Y el proceso continúa: cada nueva comprensión crea las condiciones para la siguiente pregunta, y la pregunta hace avanzar al hombre.

¿El proceso termina con una pregunta o una respuesta? Vemos de la pregunta hecha por Moisés (Éxodo 33: 18) "Te ruego, muéstrame Tu gloria" que surgió "...después que no quedó ni una sola partición que no hubiera sido quitada..." (Maimónides, Cap. 8) que al final del proceso uno se queda con una duda. Esto puede causar desesperación, pero realmente debería ser lo contrario: hay algo maravilloso en el hecho de que no haya un propósito totalmente comprensible para ser entendido por la humanidad, ya que el hombre permanece, al final, abierto a lo que está más allá de él. 

Esta es la diferencia entre el mundo filosófico de Baruch Spinoza y el mundo de la profecía. El mundo de Spinoza es aquel en el que hay una explicación definitiva y final para todos los diversos fenómenos. Tal mundo es un mundo cerrado, porque corta la posibilidad de avanzar verdaderamente. En contraste, el mundo de la profecía está abierto ya que incluso después de que el hombre recibe su respuesta, aún queda más por preguntar. En un mundo así, el avance adquiere proporciones serias. Aquí, hay esperanza.

El proceso de avance a través del propio cuestionamiento lo lleva a uno más allá de los límites de la propia vida. Esto es lo que escribe Maimónides sobre Moisés en su introducción a la Mishná: “…y esta fue su muerte por nosotros, porque nos faltaba su presencia, pero él se elevó a lo que era, para él, la vida. Y esto es lo que los Sabios querían decir cuando dijeron: 'Nuestro Maestro Moisés no murió, sino que subió a servir en el cielo'". El proceso de ascenso continúa incluso cuando uno pasa de un mundo al siguiente.

3. Cooperación entre el hombre y Dios

Las grandes mitologías conservan una memoria humana colectiva de una era en la que "los dioses caminaron por la tierra". Es decir, la presencia divina era cercana y directa. La tradición judía llama a esta sensación, hashra'at shejiná, la revelación de la Presencia Divina. Sin embargo, la realidad histórica es que el conocimiento de Dios fue olvidado de los corazones de los hombres, y la única nación que retuvo un centro vivo y significativo para lograr un acercamiento cercano con lo Divino fue el pueblo judío. Así escribe, por ejemplo, Blaise Pascal (matemático y filósofo francés, 1623 – 1662): "Si alguna vez lo Divino se reveló al hombre, entonces debemos volvernos hacia los judíos para recibir esa tradición".

Podríamos decir, entonces, que las mitzvot o mandamientos que encuentran su fuente en la revelación llevan al hombre a un nivel de realización que no proviene de sí mismo sino de la cooperación con lo Divino. El hombre está llamado a participar en la realización del acto de la creación, es decir, a llevar el mundo a un fin que está más allá de su propia existencia.

Por lo tanto, es la identidad del Noajida, la aceptación de los mandamientos como heteronómicos (guía divina que proviene de una fuente externa), lo que es capaz de otorgar eternidad y sentido a una persona. Esto es importante no solo para el individuo, sino también para la cooperación entre el hombre y lo Divino como un todo.

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