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El Carácter Universal del Judaísmo (Parte 1 de 4)

 por: el rabino Ouri Cherki




La observancia de los principios morales por los pueblos del mundo (mitzvot Bnei Noaj) no está basada en una forma de “mandamiento”- obligación, sino que es voluntaria.

La diferencia entre un Bnei Noaj y un "sabio de las naciones" es que el primero acepta y cumple con los 7 preceptos ordenados a Noé y su descendencia (toda la humanidad) teniendo en cuenta que estos preceptos fueron ratificados con la entrega de la Torah a Moisés y el pueblo de Israel, en el Monte Sinai.

En cambio, el sabio de las naciones realiza buenas acciones, que algunas veces concuerdan con estos preceptos, pero lo hace porque le parecen bien y correctos, no porque Dios se lo haya ordenado.

INTRODUCCION:

Hoy comenzamos una serie de estudios sobre el tema, de lo que podríamos decir que es uno de los temas más centrales en el judaísmo – y es un valor fundamental del pueblo de Israel. Acerca de lo que se le dijo a Abraham en el comienzo de su elección: “Y el SEÑOR dijo a Abram: Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.” (Génesis 12: 1-3). Fue por esto que fue elegido. 

Y de acuerdo con este nombramiento, proclamamos dos veces al día: “Escucha Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor es Uno”. Y este es el mandamiento de leer el “Shemá Israel” (Escuchar). 

El significado de este verso según explica el comentario de Rashi (según el significado literal de la Escritura): “El Señor nuestro Dios – ahora (es nuestro Dios), y no es Dios de otras naciones, pero en el futuro “el Señor es Uno”, será el mismo para todos los pueblos.” Y para explicar el significado de la palabra: “Uno”, Rashi cita dos versos. Un verso de Zacarías (14: 9) “Y el SEÑOR será rey sobre toda la tierra; aquel día el SEÑOR será Uno, y Uno su nombre.” Y el segundo verso de Sofonías (3: 9) “En ese tiempo daré a los pueblos labios puros, para que todos ellos invoquen el nombre del SEÑOR, para que le sirvan de común acuerdo”. 

Esta lectura es muy importante para comprender el contenido del mandamiento de “Shemá Israel”, buscando a través de la unión, rectificar el mundo bajo el mandato de Dios. Y la misma idea está en el centro de nuestras oraciones. Así es en la oración “Aleinu leshabeaj”, que se pronuncia en Musaf (oración adicional) los días reverenciales (Rosh Hashaná y el Día del Perdón). Y también vemos que así actuó nuestro antepasado Abraham, liderando a muchas personas de todas las naciones hacia la Unidad. 

El Rambam (Maimónides), en las Leyes de la idolatría dice que “todos los que se han unido a la fe de Abraham son llamados la Casa de Abraham”. No son hijos de Israel, sino que están apegados a la fe de Abraham. Y un ejemplo de esto es Naamán, un comandante militar arameo, que es considerado un Toshav (es decir, un no judío de la fe judía). Y también el profeta Jonás, y el profeta Isaías, y muchos otros profetas se dirigieron a otras naciones para acercarles la palabra de Dios, que conozcan el Verbo Divino. Y la Epístola de “Maimónides a Yemen” (en hebreo: אגרת תימן ,Iguéret Teimán) dice que los profetas fueron enviados a los pueblos del mundo antes de la entrega de la Torá, para llevarles la palabra divina.

Por lo tanto, es muy claro que el carácter del Judaísmo Bíblico es universal. Está dirigido a toda la humanidad. Y también lo es la posición del Talmud. Por ejemplo, el rabino Akiva dice: “Amado es todo hombre creado según la Imagen de Dios, … como está escrito: ‘A imagen de Dios creó al hombre’ (Tratado de Abot -Instrucciones de los Padres, 3:14). Y solo luego dice entonces: “Israel es amado, porque son llamados: los hijos del Altísimo … porque les dio un recipiente precioso”. Por lo tanto, el carácter universal de la literatura del Talmud es perfectamente comprensible. Y lo mismo puede decirse sobre muchos de los temas que se tratan en el Talmud, especialmente aquellos en los que se examinan los mandamientos de Bnei Noaj. Aunque, el número de estos mandamientos varía según las diferentes opiniones. 

De aquí surge la pregunta, ¿por qué entonces el judaísmo en este sentido es considerado “cerrado” es decir, ¿Por qué se acepta comúnmente que el judaísmo no se centra en toda la humanidad, sino sólo en los judíos? Por ejemplo, el filósofo Henri Bergson, argumentó que “el cristianismo es preferible al judaísmo, ya que el judaísmo se dedica a un Dios que sólo está interesado en su pueblo judío, mientras que el cristianismo dice acerca de Dios, que está interesado en toda la humanidad.” Y, por supuesto, esto es incorrecto, como se puede ver en todas las fuentes que hemos dado. Incluso la idea de que un pueblo es el elegido, también, sugiere que es elegido dentro de un grupo determinado de personas y pueblos – y aquí está claro que el Dios judío tiene algo que decir a los demás pueblos del mundo. Porque para esto somos elegidos. 

Por otro lado, el cristianismo ha reducido el área de los intereses de Dios en la humanidad, y la ha atribuido solo a sus seguidores. Por ejemplo, una declaración teológica cristiana bien conocida: “Fuera de la iglesia, no hay salvación”, lo que significa que todos los que no aceptan el cristianismo caen por completo en el infierno. En el judaísmo, sin embargo, se afirma que el Todopoderoso da una recompensa positiva a cualquier criatura. ¿Por qué, durante muchas generaciones, los no judíos y los judíos solían pensar que no hay un mensaje universal en el judaísmo? La respuesta es simple: durante el largo exilio en el que nos vimos obligados a padecer, estábamos ocupados para simplemente sobrevivir. Y el que está ocupado con la cuestión práctica de cómo estar vivo hoy y llegar hasta mañana, no está en condiciones de involucrarse con los otros, incluso cuando este es su propósito principal. 

Esta situación [la de peligro constante] fue la situación anterior a la era de la emancipación (Revolución Francesa). Después de la era de la emancipación, muchos judíos trataron de mezclarse con otras naciones – basado en el hecho de que “finalmente hemos sido tomado como iguales, como todas las otras personas, por lo tanto, podemos ser parte de ellos…” Y otros estaban ocupados en salvar a judíos en estas condiciones, del peligro de asimilación, y por lo tanto tampoco se ocuparon del mensaje universal. Entonces, curiosamente, sucedió que el pueblo de Israel, durante la mayor parte de su historia, no pudo darse cuenta del propósito por el cual fue elegido. 

Después de la formación del Estado de Israel, y especialmente después de la Guerra de los Seis Días, en la que se reveló el poder del pueblo judío, volvimos a la familia de las naciones. Volvimos a nuestra tarea central, y aquí finalmente tenemos que realizar nuestro propósito, enseñar a los pueblos del mundo la Palabra Divina. 

Como mérito de otros pueblos, debería decirse que no esperaron a que este momento llegue. Y durante nuestro largo exilio, trataron de varias formas de absorber la luz que transportaba a la comunidad judía. Lo hicieron de diferentes maneras, y también aquellas que realmente no nos fueron favorables (literalmente hablando), por ejemplo, a través del cristianismo, el Islám y el humanismo. ¿Pero qué podemos hacer en estos caos? Este mundo es el mundo del Altísimo, Bendito Sea, y Él decidió hablar con las naciones también a través de los recipientes que oscurecen la luz. 

Pero ahora que hemos regresado a nuestra tierra, es hora de abrir la Luz Primordial a los pueblos del mundo. Y dijo el profeta Isaías (25: 7): “Y destruirá en este monte la cobertura que cubre todos los pueblos, el velo que está extendido sobre todas las naciones…” Las personas del mundo están cubiertas por algún velo, y esta es su teología, lo que les impide recibir la Luz que proviene de Israel. Y vemos que cuanto más fuerte es Israel en la esfera política, más los pueblos del mundo reconocen nuestro lugar central. 

Quiero señalar que recientemente el Presidente de América se dio cuenta de que Jerusalén no solo es la capital de Israel, sino que también es la fuente de su Luz. Y junto con el pueblo de Israel, él es la fuente de luz para todo el mundo. Como dice Isaías (42: 6) “…y te pondré como pacto para el pueblo, como luz para las naciones.” 

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