Parashá Ki Tisá: ¿¡Quién está con Hashem!
Parashá Ki Tisá: ¿¡Quién está con Hashem!?:
Enseñanzas de la parashá de Rav Nóaj Weinberg.
Enseñanzas de la parashá de Rav Nóaj Weinberg.
Después del jet haéguel, el pecado del Becerro de oro, Moshé descendió del Monte Sinaí y fue confrontado por la escena de los judíos revelándose con su recientemente fabricada deidad. La reacción de Moshé fue rápida y furiosa:
Y sucedió, cuando se acercó al campamento y vio el becerro y las danzas, que se encendió la ira de Moshé y arrojó las Tablas de sus manos y las quebró al pie de la montaña. Y tomó el becerro que hicieron y lo quemó en el fuego y lo molió hasta volverlo un polvo fino, lo esparció sobre la superficie de las aguas y lo hizo beber a los hijos de Israel. Moshé le dijo a Aarón: “¿Qué te hizo este pueblo para que traigas sobre él un pecado tan grande?”
(Shemot 32:19-21)
Parado al extremo del campamento, Moshé le gritó al pueblo judío: “¡Mi laShem elai! ¡Quien esté con Hashem, que se una a mí!” ¿Y quién vino? Toda la tribu de Leví. Ellos junto a Moshé impusieron el castigo para quienes habían adorado al becerro de oro; murieron un total de tres mil personas. ¿Por qué no respondió mucha más gente al llamado de Moshé? ¿En dónde estaba el resto del pueblo judío?
Sólo la tribu de Leví respondió a su llamado. También fueron los únicos que no adoraron ídolos durante todo el tiempo que el pueblo judío estuvo esclavizado en Egipto. Se aferraron firmemente a Dios porque su único interés era hacer ratzón Hashem ‘la voluntad de Dios’; todo lo demás era sinsentido. El resto del pueblo no respondió al llamado.
Cuando oyes el llamado de “quien esté con Hashem, que se una a mí”, una sola cosa debería venir a tu mente: ponerte de pie por kavod Shamáim, ‘honor a Hashem’. En esos momentos decisivos, nada más importa; ni tu familia, ni tus ambiciones personales. Lo único que deberías valorar es hacer la voluntad de Dios. Moshé sabía que, para enderezar el rumbo del pueblo judío, sólo podía contar con quienes se interesaban en hacer la voluntad de Dios.
Rav Shimón Schwab (1908-1993), rabino de la comunidad Khal Adas Jeshurun de Manhattan, me dijo que fue donde el Jafetz Jaim a pedirle una bendición antes de abandonar Europa para asumir su primera posición rabínica en Estados Unidos. El Jafetz Jaim, que era Kohén, habló con él y le preguntó adónde iba. Luego, le preguntó a Rav Schwab: “¿Por qué no eres Kohén?”.
“Rebe”, respondió Rav Schwab, “mi padre no era Kohén, por lo tanto, yo no soy Kohén”.
“No, esa no es la respuesta”, dijo el Jafetz Jaim. “Dime, ¿por qué no eres Kohén?”.
Rav Schwab, un poco sorprendido, dijo: “Rebe, mi abuelo no era Kohén, por lo tanto, yo no soy Kohén.
“No, esa tampoco es la respuesta. Te diré por qué yo soy Kohén y tú no. Hace tres mil años, cuando Moshé le dijo al pueblo judío: “¡Quien esté con Dios, que se una a mí!” tu tatarabuelo no dio un paso adelante, pero el mío sí se puso a la altura de las circunstancias y respondió al llamado de Moshé. Es por eso que yo soy Kohén y tú no. Te digo esto para enseñarte una lección crucial. Habrá momentos en la vida en que escucharás el llamado de: “¡Quien esté con Hashem, que se una a mí!”. Esos momentos exigen que te pongas de pie y seas contado entre los defensores de kavod Shamáim, y la forma en que respondas tendrá consecuencias muy amplias. No cometas el mismo error que tu tatarabuelo. Esta vez, ¡responde afirmativamente!”.
El llamado de Moshé de “¡Quien esté con Dios, que se una a mí!” reverbera a través de las generaciones. Inevitablemente habrá momentos en tu vida en los que oirás ese llamado. Cuando lo escuches, ponte de pie y aprovecha el desafío. Te transformará a ti y a toda la descendencia que salga de ti.
No esperes el llamado
Antes de la apelación de Moshé en defensa del pueblo judío, la Torá describe el siguiente intercambio entre Hashem y Moshé:
Hashem le habló a Moshé: “Ve, desciende, que el pueblo que hiciste subir de la tierra de Mitzráim se ha corrompido. Se desviaron rápido del camino que les ordené, hicieron para ellos un becerro de fundición, se reverenciaron ante él y le ofrecieron sacrificios, y dijeron: ‘estos son tus dioses Israel, que te hicieron subir de la tierra de Mitzráim’”. Hashem le dijo a Moshé: “Vi a este pueblo, y es muy obstinado. Ahora deja que se encienda mi ira y los consumiré, y haré de ti una gran nación”.
(Ibíd. 32:7-10)
Dios le dijo a Moshé que estaba dispuesto a eliminar a todo el pueblo judío y comenzar de nuevo sólo con Moshé. A partir de él, Dios haría una nación grandiosa.
Y Moshé respondió rezando e implorándole a Dios: “Vuelve de tu ira y reconsidera acerca del mal hacia tu pueblo. Recuerda en aras de Abraham, Itzjak e Israel, Tus sirvientes…” (Ibíd. 32:12-13). Hashem aceptó esta plegaria, ya que el versículo siguiente dice: “Hashem reconsideró acerca del mal que dijo que haría a su pueblo”. Pero nuestros sabios nos enseñan que cada vez que el pueblo judío es castigado, incluso hasta el día de hoy, son en parte castigados por el pecado del becerro de oro (Sanedrín 102a). Moshé no canceló por completo el castigo, sino que meramente lo alivió, extendiéndolo en el tiempo.
La Torá declara claramente que Dios inicialmente quiso destruir a todo el pueblo judío. ¿Y la tribu de Leví, que siempre fue fiel y estuvo completamente dispuesta a responder al llamado de Moshé de “Mi laShem elai”? ¿Por qué Hashem los aniquilaría a ellos también? ¿hicieron algo malo en el episodio del becerro de oro?
Sí, hicieron algo malo. Se equivocaron al esperar que Moshé los llamara. Deberían haber tomado sus armas por iniciativa propia y defendido de inmediato el honor de Hashem. ¿Qué estaban esperando? Ellos esperaron que alguien los guiara, que alguien los congregara con el llamado de “mi laShem elai”.
La Torá nos está dando una enseñanza muy importante sobre asumir responsabilidad. Si ves un problema y sabes lo que se debe hacer, no esperes órdenes. ¡Asume la responsabilidad y actúa! No esperes que alguien llame “mi laShem elai”. No esperes que aparezca un líder y te diga lo que debes hacer. Tu responsabilidad comienza en el instante en que reconoces un problema. Este fue el error de la tribu de Leví.
Los líderes deben liderar. Deben mostrar el camino e inspirar a otros diciendo “mi laShem elai”. Y cada uno de nosotros debe responder al llamado y dedicar su vida a Dios. Pero Hashem exige aún más que eso. Asumir responsabilidad no es sólo tarea de los líderes, cada uno de nosotros es igualmente responsable de atacar los problemas presentes y tenemos que hacer todo lo posible para resolverlos. Asumir responsabilidad hará que tú, y las generaciones después de ti, ameriten inimaginables bendiciones.
Comentarios
Publicar un comentario